¡Abajo el trabajo!, ha sido durante décadas el grito de los sectores más radicales del pensamiento ácrata, pero está reclamación rápidamente ha encontrado sus detractores desde las múltiples orillas de la izquierda. Y es que, el trabajo no solo ha encauzado a la sociedad en la forma en la que la conocemos y vivenciamos hoy en día, sino que también ha sido razón para que grupos de personas se organicen para buscar mejoras en las condiciones laborales y sociales. Es el trabajo entonces un punto de partida de donde nacen corrientes tan fuertes (sobre todo en España) como el anarcosindicalismo.
Pero, si tomáramos más en serio la premisa que encierra la frase “abajo el trabajo” y la trasladáramos a un futuro idóneo en donde la inteligencia artificial lograse desarrollar ciertos trabajos intelectuales y, cuyos avances logrados por esta tecnología mejorasen considerablemente la calidad de vida de la sociedad, ¿cómo afectaría esto al trabajo humano?, ¿nos liberaría de ciertos trabajos que en verdad aborrecemos y hacemos solo por vivir de algo?, y ¿qué ocurriría con los oficios?, ¿será en algún momento la IA capaz de realizar estos trabajos físicos?. Tomando en cuenta que nuestras relaciones actuales se basan en la idea del intercambio de servicios/trabajos por un beneficio/salario ¿supondrá esto un cambio a nuestra forma de relacionarnos? y más importante aún, ¿puede llegar a ser la IA una herramienta peligrosa para el poder/estado/capital?.
En el siguiente artículo, propondré un ejercicio de visualización de una realidad alterna, teniendo en cuenta una breve -aunque quizás no tanto- recopilación filosófica, antropológica y literaria, para poder moldear esta visión; todo esto teniendo en cuenta el cómo a través de la historia nos hemos visto ante herramientas, técnicas o formas del pensamiento que han podido cambiar nuestra forma de relacionarnos, pero las hemos rechazado, ignorado o descartado a pesar de su importancia para la humanidad en diversos sentidos.
No obstante, advierto a los y las lectoras, de que soy plenamente consciente del grado de ingenuidad que supone pensar que una herramienta tan poderosa como la IA puede ser empleada en nuestro beneficio, pero asumiré de todas formas el riesgo, buscando como único fin dar con una respuesta a estas preguntas tan incómodas como interesantes.
Para comenzar a esbozar esta idea del futuro ideal, creo que sería necesario mirar hacia el pasado, pues, como he señalado anteriormente debemos primero que nada observar cómo afectó a las culturas menos avanzadas técnicamente el desarrollo de algunas herramientas, formas de pensar o el implemento de cierta técnica, al desarrollo de sus sociedades. No miraremos como ejemplo aquel clásico enfoque de la invención de la imprenta de Gutenberg en 1440 y, como aquel artefacto trajo consigo la edad moderna, pues sería redundar en material ya antes descrito; más no dejaremos de lado este suceso y lo retomaremos más adelante para ejemplificar una cuestión fundamental.
Entonces, teniendo en cuenta que mucho de lo que sabemos de algunas culturas, está marcado bajo el sesgo de la colonización o la dominación, y que gran parte de lo que conocemos de estas culturas es precisamente lo que estudiaron quienes les invadían, haremos hincapié en ciertos elementos, que tanto por el poder cultural que tenían en estas sociedades, cómo por el rol que cumplian como antagonistas a los valores hegemónicos, se les dotó de un significado contrario al que originalmente poseían, ciertamente para anular su influencia e imponer como único desarrollo posible, el que más beneficios, tanto políticos como económicos generase a los imperios bajo los cuales estarían futuramente sometidos.
Los cínicos y el Síndrome de diógenes:
Todos conocemos la historia de Diógenes, o eso pensaba yo hasta hace algunas semanas, cuando por casualidad, al vaciar mi taquilla en el taller y retirar un montón de maderas y otras cosas que había ido acumulando a lo largo del año, un compañero me dijo: ¡Vaya, parece que tienes Diógenes!. Su afirmación me pareció desacertada, pues al estar abstraído en mis pensamientos vino a mi mente la imagen del cínico viviendo en su tinaja, comiendo y bebiendo con las manos. Naturalmente, le pregunté si sabía quién era Diógenes, a lo que él respondió que no tenía ni idea, que de seguro alguien que acumuló muchas cosas, añadió muy seguro. Me ví en la obligación de explicarle que, muy por el contrario a lo que él creía, Diógenes de Sínope, fué un filósofo griego el cual vivió su vida de manera muy humilde, sería en nuestros tiempos lo que conocemos como un vagabundo, y que la piedra angular de su pensamiento era el cuestionamiento de lo que como humano nos era verdaderamente imprescindible para vivir bien. Este pensamiento, continué explicándole, lo llevaba a tal extremo que llegó a deshacerse de un vaso que utilizaba para beber agua, cuando vió a un muchacho beber de una fuente con las manos, por lo que consideró que poseer aquel elemento era un lujo.
Como ésta historia hay muchas otras que ejemplifican hasta donde era capaz de llevar su filosofía y, nos han llegado de la mano de otros filósofos o historiadores, como Diógenes Laercio en el clásico volúmen Vida y obra de los filósofos ilustres, pues “el perro” -apódo por el cual era conocido el filósofo-, era ágrafa, es decir que no plasmaba en el papel sus pensamientos tal y como lo hacían otros pensadores de su época.
Por los siguientes días, seguí pensando en aquel acontecimiento y lo que más me parecía extraño, era que asimilamos sin ningún cuestionamiento el hecho de que alguien con diógenes es alguien que acumula cosas, siendo que aquel personaje pregonaba todo lo contrario. El hecho no se quedó allí, pues recordé que la forma de pensamiento de Diógenes era conocida como la filosofía cínica. Algo saltó en mi de inmediato y consulté en el diccionario para saber cuál era el uso específico que le damos hoy a esa palabra. Las primeras dos definiciones hablan de lo relativo a la escuela filosófica, pero en la definición número 3: impúdico, procaz; en la definición número 4: que muestra desvergüenza en el mentir. Entonces surgió una pregunta ¿por qué nos quedamos con estas últimas definiciones? y, ¿de donde viene la creencia de que un cínico era un mentiroso?, un impúdico tal vez sí, pero por qué nos quedamos con lo de mentiroso. En definitiva no sabía que concluir con respecto a todo lo ocurrido, por lo que releí un poco sobre la escuela cínica y su propuesta filosófica para tener una idea más clara de todo, dejando de lado esta idea, no pude evitar pensar en cómo se ha tergiversado y manipulado el verdadero significado del término Libertario.
Resulta que los principales exponentes de este pensamiento eran Diógenes de Sínope y también Antístenes, de quien poco se sabe, pues se han perdido sus escritos. Pero en una breve búsqueda por la web, encontré que de hecho fué Antístenes quien al parecer fundó la escuela cínica. Su pensamiento principalmente se basaba en la idea de que debemos cultivar la virtud, mas no en una forma de saber meramente intelectual, sino, en una forma de saber vivir conforme a las leyes de la naturaleza, tratando de ser lo más autosuficiente posible y demostrandolo con el ejemplo de nuestra conducta y nuestra forma de vida. Inmediatamente, me pareció que la forma de pensar de Antístenes era muy similar a la forma de pensar de un/a anarquista. De hecho, mirando la biografía de Diógenes, me dí cuenta de que su desprecio por la autoridad era sublime, pues había insultado a Alejandro Magno repetidas veces, una de la mas notables, fué cuando el conquistador le dijo que le pidiera lo que quisiera y Diógenes le contestó: ¡muevete que me tapas el sol, con eso me basta!. Además estaba el hecho de que Diógenes de Sínope vivía en las calles de Atenas en calidad de exiliado, pues como su nombre lo indica, venía de la ciudad de Sínope. De allí había sido expulsado por falsificar monedas junto a su padre, luego de que su padre malinterpretase una visión del oráculo; el cual le había pronosticado algo así como: “Le darás otro valor al dinero”, algo que ciertamente Diógenes llevó a cabo al crecer. Entonces concluí lo favorable que sería para nuestra sociedad que los escritos de Antístenes desaparecieran o que Diógenes de Sínope fuera ágrafo[1]. Que simbólico e injusto es que denominemos cínico a alguien que miente, siendo que Diógenes recorría las calles de Atenas sosteniendo una lámpara encendida mientras decía “estoy buscando a un hombre honesto”. Gente como Antístenes y el perro Diógenes, buscaban vivir una vida virtuosa; sin lujos y tal vez en extremo austera, pero acorde a la naturaleza, cuestionando “las verdades” y fueron condenados por la historia a ser conocidos cómo sucios, mentirosos y pobres acumuladores. Teniendo esto en cuenta e intentando trazar una idea de lo que en un futuro podría nacer con una herramienta que nos permita contrastar información o incluso crear arte, ¿seguiríamos llamando intelectual a alguien que no ha sido capaz de resolver un enigma por su propia cuenta?, o ¿podríamos llamar artista a alguien que por medio de la IA ha logrado formar imágenes o representado emociones complejas en un soporte digital?. Si la respuesta es que sí, ¿como pasariamos a denominar a los verdaderos pensadores y pensadoras o a los y las verdaderas artistas?, ¿será acaso como ocurrió con los cínicos, que buscaremos un significado contrario a lo que en verdad son?.
Las alturas del Antisuyo:
Para continuar delineando esta idea de hacia dónde nos llevaría una herramienta capaz de aliviar ciertos trabajos, es necesario hacernos muchas preguntas al respecto y, es muy probable que en este artículo encontremos más preguntas que respuestas. Una de las preguntas que yo primero me formulé a la hora de comenzar a debatir sobre este tema, fué: ¿Qué pasaría si no tuviéramos una palabra que describiera lo que es un trabajo?. Para responderme, creía en la muy difundida versión de que aquella palabra proviene del latín tripalium, el cual era un elemento de tortura compuesto por tres palos, con el que se obligaba a hacer ciertos trabajos forzosos. Pero en la antigua región del Antisuyo (actual América del sur), desconocían por completo el significado abstracto del concepto que hoy entendemos por trabajo, mucho menos sabían de su etimología.
El Antisuyo, fué una región cuyo territorio comprendía desde el llano selvático del amazonas, hasta los altos picos cordilleranos de los andes. Según parece fueron civilizaciones repartidas por lo que hoy es Bolivia y Perú principalmente, y que conformaron en su conjunto a una diversa civilización preincaica. Estos pueblos fueron anexados luego por aquel imperio al Tawantinsuyo (nombre del imperio nación Inca). Para la gente de aquella región, no es que el concepto como tal fuese desconocido, sino que tenía otro significado. Pues para mediar los intercambios, solicitar parlamentos, conflictos territoriales o cualquier otra gestión no solo utilizaban la ofrenda ceremonial o la hostilidad, la cual fue mayormente asumida más tarde, en el periodo denominado como horizonte tardío (1438-1532) tal y como apuntan diversos autores y cuya raíz se encuentra fundada en el conocimiento de los últimos siglos de dominio Inca. En estas altas tierras no había un intercambio de bienes entre individuos, si no que, había una amplia red de parentesco y comunidad que gracias a la construcción escalonada de sus terrazas para la agricultura daba pié a que diversas lenguas y dialectos se entremezclaran e intercambiaran saberes, cosmogonías y formaran toda una comunidad, lo que traía como beneficio una sociedad muy unida y solidaria, como también permitía la autonomía de núcleos más pequeños dentro de la misma. La autora Silvia Rivera Cusicanqui[2], explora esta compleja forma de intercambio en muchos de sus ensayos, pero sobre todo nos propone adaptar aquella mirada revolucionaria a nuestra realidad actual.
“Parece no haber existido la palabra “trabajo” como concepto abstracto. La tuvieron que inventar los curas para escribir catecismos y traducir la biblia. Esta versión define al trabajo (en general) como “irnaqaña”, una variante de “manejar” manualmente una cosa, seguramente por que el trabajador manual, pensado en código jesuita, era epítome de trabajador.”
Silvia Rivera Cusicanqui, Un mundo ch'ixi es posible,2018.
Si este enfoque, más cercano y filosófico si se quiere, permitía a diversas culturas de un mismo territorio compartir e incluso vincularse pacíficamente ¿por qué hoy sabemos tan poco sobre ellas?. Parece ser que la historia se ha empecinado en callar las voces de la sabiduría ancestral, pues, los historiadores siempre han negado que los pueblos que constituían el imperio Incas tuvieran escritura. Y hasta hace muy poco así se creía, pero ¿cómo un pueblo que desarrollo la ingeniería a un nivel pocas veces visto, no pudo haber desarrollado la escritura?, ¿cómo estos conocedores de los astros no iban a dejar su legado plasmado de alguna manera?. Pues, hace poco se descubrió que si tenían una escritura: los Kipus. Estos instrumentos consistían en una serie de cuerdas hechas de lana, dispuestas de manera vertical, con diversas formas de nudo que formaban una secuencia. Estas complejas formas de escribir su historia, ha sido preservada hasta nuestros días por aquellas comunidades que aún habitan aquellas zonas del Tawantinsuyo y en los años 70, algunos Kipus numéricos fueron descifrados por Martha y Robert Ashcer, quienes dieron cuenta de la cantidad de información que podían contener estos curiosos artefactos (desde censos, hasta fechas y calendarios astrológicos, tal vez haya algunos en donde plasmen su intrincada forma de construir templos colosales como Raqchi el templo de Wiracocha o adaptar sus edificaciones a entornos naturales altamente eficientes y ecológicos como Machu Picchu), y el año 2023 gracias al análisis de más de 200 Kipus han podido ser descifradas algunos significados de nudos con colores, distancia y disposiciones diferentes de Kipus que al parecer representan la historia desde antes del inicio de la civilización Inca hasta los días de la colonización española.
Cabe resaltar que los españoles conocían la existencia de estos objetos, los cuales quedan recogidos en diversas obras de la era colonial que van desde el siglo XVI al XVII[3] tanto por parte de militares, como de eclesiásticos enviados a evangelizar. Estos últimos vieron una oportunidad, pues en medio de una ordenanza que obligaba a la quema de Kipus por considerarse bienes de idolatría, intercedieron a favor de aquella costumbre e instaron a los pueblos a utilizarlos para registrar sus pecados, en una suerte de confesionario portátil.
Tenemos entonces que, tanto la forma de realizar trabajos físicos, relacionarse a través de ellos de manera sana y la manera compleja de llevar a cabo trabajos intelectuales estaba muy perfeccionada por estos pueblos, pero nuevamente la mano hegemónica del “progreso” obró para borrar del mapa y de la historia el alto grado de sofisticación que la organización en torno a una vida no contaminada por la acumulación de bienes, ni la monopolización del conocimiento , habían dado como resultado.
Un vistazo a la sociedad futura a través de los ojos del arte:
No basta haber leído mucho para saber que en la literatura prima una visión del futuro en concreto, la visión del futuro apocalíptico cómo único desenlace posible; ya sea un futuro totalitario en el cual el control de las herramientas tecnológicas es dirigido por una élite o partido y es utilizado para reprimirnos y censurar el pensamiento crítico, como ocurre en 1984 de Orwell; o el miedo a que las máquinas pudieran alcanzar la independencia y llegar a dominarnos como ocurre en las tantas novelas respecto a este tema de Asimov[4], lo cual refleja ciertamente el miedo al alma humana dejada en estas creaciones, la búsqueda de una emancipación o una liberación de la esclavitud innata en nuestras aspiraciones, mas que un temor real a las máquinas mismas (las leyes de la robótica planteadas por Asimov, protegen a los humanos tanto de las máquinas, como de sí mismo). Lo mismo ocurre con el cine, aunque suele impactar más y en mayor medida, gracias a los cada vez más realistas (y a la vez aborrecibles) efectos cinematográficos. Pero ciertas obras han alcanzado, sin tanta parafernalia, la condición de clásicos por el hecho de mostrarnos un desenlace desde una perspectiva más realista (y no tan hollywoodense). Tal es el caso de la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley[5], en la cual a pesar de llegar a un futuro en donde la ayuda de las máquinas y la ciencia ha supuesto un considerable avance, se vive en una sociedad estéril en cuanto a sentimientos y relaciones humanas se refiere. Ya que mediante métodos eugenésicos (por el cual el autor denuncia o mas bien anticipa algunas atribuciones que la ciencia podría adjudicarse en nombre de un futuro sin enfermedades), manipulación de los genes y gestación in vitro, el autor nos muestra cómo en ese “futuro” la ciencia es un mero instrumento de control de masas y con grandes sesgos a la hora de “crear” humanos, en una sociedad de clases divididas entre razas superiores e inferiores. Pero el problema de aquel mundo feliz, más allá de su fuerte crítica al sistema tecnocrático, es que, aún habiendo superado ciertos problemas “técnicos”, sigue organizándose de la misma manera que antes.
En una edición de los años 60, probablemente poco tiempo antes de su no menos sorprendente muerte (el mismo dia de asesinato de John F. Kennedy, Huxley, aquejado ya por casi dos años a raíz de un cáncer de lengua, le pidió a un médico que le inyectara una dosis doble de LSD), re-escribió o más bien dicho editó un final alternativo para esta gran novela, y para ello hace mención de Piotr Kropotkin y la importancia de su teoría del Apoyo mutuo en la sociedad del futuro. Recabando algo más de información respecto a este personaje, pude notar que su contacto con el mundo anarquista no solo queda relegado a una simple mención al príncipe anarquista, sino, que durante años estuvo en estrecho contacto con personalidades de la talla de Emma Goldman o mediante ésta, también contrastó ideas con Rudolf Rocker. El carteo entre estos personajes, se produce en 1937, plena guerra civil española, cuando Goldman era delegada de seccion de la SIA (Solidaridad Internacional Antifascista) un órgano de propaganda abocado en conseguir ayuda para mujeres y niños refugiados y difundir las ideas anaquistas. Este trabajo fué recogido hace algunos años por la revista Ezkintza Zuzena[6], pero lo que más llama la atención con respecto a este cruce de ideas entre estos personajes, es la preocupación que demuestra Huxley con respecto al tema ecológico y científico cómo lo deja ver en una carta fechada el 15 de marzo de 1938:
“En mi opinión, el problema urgente en este momento consiste en encontrar una técnica satisfactoria que proporcione una realización práctica del ideal de la filosofía anarquista. Si deseamos conseguir una descentralización , si deseamos tener un autogobierno genuino, si deseamos liberarnos de la tiranía de la política….Hay mucho que aprender del trabajo de Ralph Borsodi, mientras que ciertas tendencias contemporáneas de algunos inventores, el trabajo de kettering sobre pequeñas plantas de energía diesel de uso doméstico, el proyecto de Abbot sobre una máquina que utiliza directamente la energía solar, apuntan claramente hacia la posibilidad de realizar esa independencia económica que tiene que ser la base material para una sociedad libertaria”[7]
Algo que al parecer siempre preocupó a este autor, fue esa relación entre lo tecnológico y lo biológico, se comprende que en parte fue por influencia de su familia, quienes eran en su mayoría notables científicos. Es importante entonces entender que el pensamiento de que nuevas tecnologías puedan obrar en beneficio de nuestra sociedad no es una idea reciente, pero sí debemos tomar en cuenta la idea de que mostrar al mundo una gestión social de estos métodos tecnológicos de autosuficiencia resulta enormemente dañino para una industria monopolizada.
La visión es aplastada por los teóricos:
Si nos adentramos en el campo de la teoría, podremos notar que desde diversos puntos de vista el desarrollo capitalista tiene sus días contados. Desde el foco más “positivo” de toda esta cuestión, teóricos decrecentistas hablan de un decaimiento de las nuevas tecnologías por los altos costos que esta implica para la industria mundial, derivando a su vez en una paulatina transición a un futuro mucho menos tecnológico del que en verdad imaginamos. Pero teóricos antidesarrollistas, como el valenciano Miguel Amorós, sostienen que esta transición al desarme de la industria capitalista no ocurriría de forma pacífica, o al menos exenta de revoluciones. Ya que devendría en una crisis global por el encarecimiento de la vida y los recursos, hoy ciertamente gestionados por métodos de producción y logística altamente tecnológicos. El pensamiento antidesarrollista, gestado desde los años 80 del siglo pasado propone una nueva mirada, crítica ante todo, al desarrollo de las nuevas tecnologías, incorporando a ella la vieja tradición anarquista y socialista. Este pensamiento se contrapone firmemente a una idea (no tan reciente); la posibilidad de autogestión o redistribución de los recursos en una sociedad capitalista. Y es que de alguna forma, la etapa de desarrollo capitalista ha rebasado con creces su límite y es allí en dónde radica la cuestión principal. Tanto la automatización de los puestos de trabajos, cómo la nueva implementación de una técnica productiva más tecnologizada, se reproduce continuamente en detrimento de la fuerza de trabajo humano. Es en esta cuestión en donde algunos criticos del decresentismo han punzado la herida, pues en esta transición hacia un “crecimiento sostenible”, se dejan de lado importantes formas de lucha, como el boicot, la huelga o el sabotaje, y se asume una postura reformista.
Teniendo esto en cuenta, ciertamente cambiaría nuestra forma de vida si la IA se implementara en aspectos esenciales de la producción, pero cualquier mejora sería únicamente cuantificable en ganancias para unos pocos. Recordemos que esta tecnología hoy en día está controlada únicamente por 5 o 6 industrias tecnológicas, todas estadounidenses. En una reciente entrevista Jaron Lanier, ingeniero de Microsoft, precursor de la IA y la realidad virtual, habla sin tapujos sobre el estrecho vínculo entre los creadores de estas nuevas tecnologías y la política. En poco más de 20 minutos, expone: su implicación en el primer Deep Fake (un video manipulado mediante tecnología para suplantar el rostro de una persona), su repudio por los sistemas de uso libre o abiertos, por miedo a la monopolización de la información (una cuestión que de hecho ya ocurre y de la cual él forma parte), y su total rechazo a que en un futuro se implemente una Renta Básica Universal -pero ciertamente no por una preocupación social, sino, más bien desde una perspectiva netamente económica-.
Como hemos visto, desde las diversas aceras, tanto críticos como promotores de las nuevas tecnologías apuntan a que la IA no podría siquiera llegar a ser en el corto plazo una herramienta que nos impulse como sociedad a alcanzar un estado de bienestar colectivo, sino, más bien sólo sería capaz de acelerar el proceso de descomposición social. Por otra parte, es muy probable que ciertos oficios manuales no puedan ser desarrollados por este tipo de tecnologías en el mediano plazo, lo que hace del aprendizaje y la potenciación de estos oficios una vía interesante de explorar.
Entonces tenemos algunas cosas en que pensar, primero que nada en que la IA es una herramienta que por ahora solo nos está dada como buscador y recopilador de información, por lo que puede cambiar nuestra manera de comunicarnos únicamente si la utilizamos cómo generadora de contenidos, tendremos que tener en cuenta en ese caso, que al igual que en el caso de la imprenta de Gutenberg que fue financiada por la iglesia católica para reproducir la biblia, la IA al ser desarrollada por empresas privadas puede ejercer una gran influencia en el desarrollo futuro de la cultura, al estar marcada bajo el sesgo del capitalismo. Por otra parte, si la usamos como una herramienta de contrastación de la información, tenemos que tener en cuenta la historia de Diógenes y que fácil resulta para el poder dominante cambiar el significado a las ideas, tal y como ocurre hoy en día con el término Libertario. Debemos saber, cómo los antiguos habitantes del Antisuyo, que la única manera de cambiarlo todo, es estrechando los vínculos con nuestras comunidades, conociéndonos y aprendiendo a tejer verdaderas redes que nos permitan vivir en concordancia con nuestro entorno. Como ellos tejieron sus Kipus, debemos ser nosotros quienes tejemos nuestra propia historia, repleta de errores y desdichas tal vez, pero nuestra historia al fin y al cabo.
Para acabar con este ejercicio, me gustaría terminar abordando la importancia de imaginar nuevos horizontes, tal y como hicieron Huxley, Asimov o Ursula K. Le Guin. Para ello no es necesario escribir libros futuristas, o tener visiones utópicas sobre una vida robótica libre de quehaceres; basta con trazar una barrera firme en defensa de lo que nos define como seres humanos e imaginar día a día un porvenir que nos permita preservar y desarrollar nuestras capacidades al máximo; desechando cualquier herramienta que prometa quitarnos la capacidad de discernir por nosotros mismos qué camino seguir.
[1] Revisando la bibliografía antigua minuciosamente, se puede ver que también en la clásica obra de Plutarco “Vidas paralelas”, se han perdido algunas biografías de otros personajes, esos son justamente algunos discipulos Antístenes y de Diógenes: Crates de Tebas o Crates el cínico y también la de su esposa Hiparquía, una de las primeras filósofas de quien se tiene registro.
[2] Socióloga, historiadora y ensayista boliviana. Fue profesora de la Universidad Mayor de Bolivia y ha impartido clases en México, Brasil, Estados Unidos, España y Argentina. Es autora de diversos títulos, siendo algunos de los mas reconocidos “Calibán y la bruja” y “Sociología de la imagen”.
[3] Pedro Sarmiento de Gamboa “Historia de los Incas” en un estudio que fue financiado por la corona en aquella época para demostrar que los Incas eran extranjeros y por ende el dominio de su reino por parte de la corona española estaba en todo derecho. Gamboa, pese a recopilar toda la información no pudo corroborar dicha teoría, pero dejó a cambio un interesante registro de la historia tardía de aquel pueblo aunque con muchas inexactitudes y sesgos, unas de las mayores justamente es afirmar la importancia de sus entrevistas con los últimos incas y sobrevivientes españoles de la conquista, pues expone: “cómo estas naciones bárbaras nunca tuvieron escritura”, para más adelante reconocer la existencia de aquellas curiosas formas de almacenar conocimiento. También la crónica realizada en 1616 por Fray Martín de Murúa, recogida en el libro “ Historia general del Perú” ó los diversos óleos del arte pictórico colonial que retratan el uso de los Kipus. Puede resultar de interés también el documental que realizó NG titulado “la memoria secreta de los Incas”.
[4] Un relato breve que da cuenta de la visión humanista de Isaac Asimov es “Asnos estúpidos”.
[5] Otro texto de Huxley que recomiendo consultar, es la novela “Viejo muere el cisne” en la que además de abordar temas tan interesantes cómo la inmortalidad, hace un interesante repaso por temas que en la época de la publicación eran actuales y controversiales, como la guerra civil española; y otros que ni de lejos lo serán hasta por lo menos 40 años después, cómo lo son: las energías renovables, la modificación genética de los alimentos o los estudios científicos con animales vivos.
[6] Ezkintza Zuzena número 46, año 2020, p.148-154 por José Ardillo.
[7] ibidem, p.150.
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