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Sísifo y la pesada roca del antifascismo

Para adentrarnos en el pantanoso terreno que dejó a su paso el fracaso del antifascismo internacional, haré un breve repaso por una de sus más grandes derrotas: la guerra civil española, más adelante abordaré también otros casos, para demostrar que el caso de España no es una excepción a la norma.

El 19 de julio de 2024 se han conmemorado 84 años del inicio de la guerra civil española. Considerada por gran parte de l@s historiadores, como uno de los acontecimientos más importantes para el proletariado mundial del pasado siglo. Y es que, no solo fué una resistencia popular armada en defensa de la república, cómo muchos de los textos de historia oficial apuntan; sino que, en un principio, específicamente los primeros 10 meses de la guerra, en el periodo que va desde julio de 1936 a mayo de 1937, fue el inicio de una revolución. Algunos autores ven el vaso medio vacío (bastante vacío en verdad), pues señalan que en Barcelona se viven al menos dos períodos prerrevolucionarios de corta duración. El primero de solamente 3 días, el cual comienza el 19 de julio y culmina el 21 de julio, específicamente el día en que se crea el órgano administrativo militar, conocido como Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA) y el segundo durante las barricadas de mayo del 37. Ambos periodos fueron ahogados por los militantes anarquistas de mayor influencia como podremos ir viendo a lo largo de este artículo; tal vez por temor a perder lo poco que habían ganado, o quizá pecaron de ingenuidad al creer en la fórmula roja de la revolución.



La creación de este comité (CCMA), y por tanto la entrada de los y las anarquistas que habían ganado las calles durante las exhaustivas horas que duró el enfrentamiento armado contra los cuarteles sublevados, supuso ciertamente un antes y un después en la dirección que tomaría la guerra. Y es que, tuvieron en sus manos, la posibilidad de ir a por el todo, es decir: hacer la revolución; pero prefirieron combatir contra el fantasma del fascismo y cooperar con la burguesía, en lo que inevitablemente llevaría a la derrota del proletariado. El mismo Durruti afirmaba: “Ningún gobierno del mundo pelea contra el fascismo hasta suprimirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa de las manos, recurre al fascismo para mantener el poder de sus privilegios”. A pesar de tener clara esta ambivalencia del estado burgués, Durruti mantuvo una posición firme en la lucha antifascista, inclusive, criticando la militarización de las milicias marchó con todo hacia Madrid como se lo pedía el gobierno y allí halló la muerte.

No obstante, en paralelo las colectivizaciones y expropiaciones fueron alentadas por los anarquistas en todo el territorio ocupado (digo anarquistas porque cabe recordar que el grueso de los milicianos lo eran, dada la gran cantidad de afiliados en la CNT en comparación con otras tendencias políticas), la actividad primaria del frente consistía en avanzar hacia Aragón y allí tomar la ciudad de Zaragoza para derrotar al fascismo, dejando la revolución para más tarde o intentando incitarla en su camino.



En lo burocrático, la creación del comité llevó inevitablemente a una equiparación de fuerzas sin sentido entre una CNT que tenía la ventaja de ser mayoría, contra partidos como el PCE, cuyo número de militantes no llegaba siquiera al tercio de la CNT. Esto trajo consigo que dicho partido, viese sus oportunidades, buscase alianzas y generara influencia sobre otros grupos igualmente minoritarios. A pesar de que este comité se disolvió después de 21 días de haber sido creado, fue tiempo suficiente para disolver también cualquier intento revolucionario desde dentro, tanteando el terreno minado de enemigos de la república que desde ahí en adelante serían meros instrumentos del estado, utilizados con el fin de ganar tiempo en una guerra terrible para los y las proletarias.

Tal y como apunta el escritor y militante francés Gilles Dauvé, el fascismo nunca ha tomado por su cuenta el estado, ha accedido a él por medio de la domesticación del proletariado por parte de la democracia[1] (haciendo un llamado al antifascismo se acaba por defender a la democracia, la cual finalmente entrega el poder al fascismo; una vez que ya se han identificado los elementos peligrosos para la democracia, el fascismo se encargará de limpiar el terreno). De hecho, este mismo autor señala el hecho, no menos importante, de que Franco se autodefinia como fascista, sin embargo, nunca se creó una internacional fascista, a pesar de estar secundado por sus amigos Mussolini y Hitler;  principalmente por que dicha corriente carece de un programa político y sólo sirve al poder en función de la represión y sujeción del capitalismo en un momento en el que la democracia no puede sostenerlo o impulsarlo, pero volveré sobre esta idea más adelante.

En el contexto de 1936, los y las anarquistas entregan el poder ganado con sangre al estado burgués en la primera contienda, instalándose inmediatamente por debajo de sus órdenes, negando la capacidad organizativa y revolucionaria que momentos antes habían demostrado. Durante los meses siguientes, esto traerá duras consecuencias, como la forzosa regularización de las milicias, hasta entonces paulatina y a regañadientes (algo que parecía insensato antes de la guerra para algunos militantes destacados, como es el caso del anarquista Cipriano Mera, quien no obstante, durante la guerra fue un ferviente defensor de la regularización de las milicias, ascendiendo en el ejército republicano hasta el grado de teniente coronel), lo que sin duda alguna llevó a que los anarquistas de las columnas mas combativas quedasen en manos de líderes estalinistas en donde fueron utilizados desde entonces como carne de cañón, también la sistemática represión al campesinado que formaba parte de las colectivizaciones y otras iniciativas autónomas, una de las más conocidas fue la del consejo de Aragón, ejecutada entre otros por el comunista Lister quien asume y se jacta de este hecho en su autobiografía, la cual hasta hoy en día inclusive algunos derechistas celebran y citan por doquier.

En mayo de 1937, se puede ver el último intento revolucionario, que trató de alguna manera de revertir el control de la situación, pero ya era demasiado tarde. Las cartas estaban echadas y sólo restaba un pequeño soplo para derribar el débil castillo de naipes que se erguía tambaleante. Los estalinistas necesitaban un chivo expiatorio. Es por eso que declaran ilegal al POUM (excusa que sirvió al gobierno para terminar de desarticular a los anarquistas y tomar el control de edificios tan importantes como el de la Telefónica con el cual se pudieron interceptar las comunicaciones y en donde se llevaban a cabo importantes labores de inteligencia y espionaje que comprometían, entre otros, a la misma Generalitat[2]), con esto el gobierno logró mediante la táctica fascista (es decir creando desorden mientras predicaban el orden) desarmar finalmente a sus oponentes políticos y así dejar abierto el camino al totalitarismo. Esto queda minuciosamente recogido por Orwell en su libro Homenaje a Cataluña[3], el cual incomodó tanto a los estalinistas, que su mismo editor y amigo se negó a publicarlo en primera instancia.

Las barricadas, levantadas y alentadas sobre todo por el grupo Los amigos de Durruti[4], en un último intento por reconducir la guerra a la revolución, no solo fueron acusadas de contrarrevolucionarias posteriormente por Garcia Oliver[5], sino que él mismo ayudó a apagarlas junto a Federica Montseny, viajando desde Valencia, para acabar recitando por altoparlante el famoso discurso del beso[6].

Entonces, tenemos que la guerra civil española fue un amplio campo de prueba, en el cual el capitalismo pudo articularse sin freno ni opositores. En un escenario en donde el estado/demócrata no era lo suficientemente fuerte o totalitario como para acabar directamente con sus enemigos más cercanos, les hizo buscar afuera al fantasma fascista, a pesar de que los proletarios habían sido capaces de defender media España luchando contra un ejército profesional y, bien habrían podido ser capaces de gestionar una revolución en el territorio ocupado de haber disuelto inicialmente el gobierno, y no sosteniendo dicha estructura capitalista. Luego de prometer compartir el poder con quienes se lo habían arrebatado a los sublevados, el enemigo les hizo creer que ahora el fantasma era el trotskismo y que estaba entre sus filas más cercanas. Esta doble derrota podría haber tenido otro desenlace si en un principio el objetivo principal hubiese sido la instauración del comunismo libertario y no la lucha contra una de las formas del estado capitalista (fascismo). 

Otros hechos históricos a tener en cuenta, es también el de las insurrecciones proletarias en Alemania en 1919, y el final que tuvieron Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht entre otros espartaquistas y miembros del KPD. Asesinados por orden de los socialdemócratas, quienes dieron pase libre a las Freikorps[7] para la ejecución de los y las revolucionarias.

O la caída de la República soviética de Baviera, instaurada el mismo año por comunistas y anarquistas como ministros, entre los que se encontraban Gustav Landauer y Silvio Gessell entre otros. En esta ocasión, fue el propio Lenin quien dió su bendición a los comunistas durante el discurso del primero de mayo de aquel año, y un pequeño grupo de comunistas con poco más de 6.000 soldados intentó tomar las riendas de la República, enfrentándose a un ejército de proletarios compuesto por casi 30.000 personas, perdiendo desastrosamente en la batalla de Dachau. Durante el posterior sitio a la ciudad de Munich por parte del derrocado socialista Hoffmann, fueron tomados como rehenes algunos de los últimos miembros de la monarquía alemana , quienes fueron ejecutados pese a la oposición de algunos Soviets Bávaros. No resulta raro que esta vez la socialdemocracia se volviera a servir de los Freikorps para hacerle frente a los proletarios (cerca de 20.000 militares avanzaron, con aviones y artillería pesada, dejando un saldo de más de 500 muertos[8]), que fueron derrotados tras menos de un mes de proclamar la República soviética de Baviera.

Como podemos ver, antes de que el nazismo ascendiera al poder, fueron los mismos demócratas quienes les allanaron el camino, aplastando cuanta revolución encontrasen y asesinando y conspirando contra las y los revolucionarios.

 

A menudo suelo debatir sobre este tema con compañer@s, que no acaban de tener claro el problema que deriba de la lucha antifascista. Pareciera que hoy en día todo resulta ser fascista. La realidad es que son las leyes democráticas las que encarcelan a nuestr@s compañer@s por exigir sus derechos, es la economía y la visión capitalista la que si tiene grupos internacionales que operan sin fronteras dejando devastación por donde quiera que pase. El fascismo fue, en un breve periodo de tiempo, una de las formas autoritarias de gestionar el capital, al igual que la democracia, por más progresista que sea, también es una forma de gestionarlo. El problema del llamado a la lucha antifascista, sin contemplar estos sucesos históricos, es que inevitablemente nos pueden empujar a defender las estructuras democraticas/capitalistas. Pues como vemos, el antifascismo nace como reacción de un proceso político que ni siquiera se adhiere a un programa o se moldea a una estructura definida y resurge siempre de manera heterogénea, por lo tanto es normal que el antifascismo también carezca de ciertos aspectos esenciales que lo lograsen definir como un movimiento emancipador. De hecho recientemente, no han sido pocas las veces que he leído en las redes sociales, o he oído a viva voz el llamado de compañer@s a votar en contra del fascismo, para impedir que llegue al poder. El problema del mal menor, que en Chile por ejemplo se vió de manera más evidente en las últimas elecciones presidenciales, en las que paradójicamente, el candidato de la izquierda parlamentaria Gabriel Boric, ha impuesto las leyes más represivas desde la llegada de la democracia. Como “La ley anti-tomas”  en contra de la ocupación de terrenos baldíos, tarea que se lleva a cabo para solventar una fuerte crisis inmobiliaria, o la llamada “ley del gatillo fácil”, que faculta a la policía a utilizar la fuerza y que ha acabado con diversos resultados de muerte y sin imputados, durante los poco más de dos años de su mandato. Esto en un contexto social crítico, del cual Chile aún no se recupera del todo, después del estallido social (proceso que como en España durante el 15m, fue reconducido por la vía democrática y acabó en un fracaso aún más grande para el proletariado) y la crisis sanitaria del Covid-19.

Otro ejemplo reciente, es el de Francia y sus elecciones. Las redes sociales se llenaban de vítores al pueblo, que había vencido al fascismo en las urnas. Una semana después, vemos imágenes de los desalojos de los sin techos de las calles de París, por motivo de los juegos olímpicos; la precariedad laboral inunda el territorio galo y la represión contra la migración está en auge en el país vecino. Todas estas injusticias son llevadas por una rigurosa agenda capitalista/progresista y ocurren mientras se combate al “fascismo”.

Ni que decir sobre Venezuela, en donde Maduro no teme llamar fascista a todo el que se manifieste en contra de su régimen de miseria y extractivismo; ya sea para referirse a sus contrincantes políticos (quienes de seguro ahondarían más aún en la explotación capitalista al sortear los bloqueos económicos), como para tildar de contrarrevolucionarios y fascistas a los obreros y sindicalistas apresados y perseguidos por organizarse de manera autónoma o paralela a los órganos oficiales del chavismo.

 

Es por eso que el nombre de este artículo no es casual, pues, en este caso ocurre tal y como en el mito de Sísifo, en el cual, se le condenaba a éste a cargar una pesada roca hasta la cima de una montaña, para verla rodar hacia abajo poco antes de concluir su tarea, y así una y otra vez, por toda la eternidad.



En resumen, la lucha debe ser contra el capitalismo y todas sus formas de gestionar nuestras vidas. La organización antifascista hoy en día, puede servir tal vez como primer acercamiento al movimiento anarquista, pero debe ser continuamente cuestionada por sus miembros y debe evolucionar en sus prácticas, no quedarse en el mero eslogan del antifascismo hooligan imperante. El movimiento anarquista debe nutrirse de la historia y de las experiencias pasadas para no volver a caer en los mismos errores. Estos debates se deben dar, aunque resulten incómodos, pues continuamente se debe luchar por formar un movimiento comunitario, fuerte y transversal, que no sólo se organice cada cuatro años llamando a votar para que el “fascista” de turno no salga electo.

 

João de Barro

 

 


[1] Gilles Dauvé, revolucionario y traductor francés, activo militante de la llamada corriente “comunizadora”.

[2] Ver “El eco de las muletas: una aproximación a Manuel Escorza del Val”, de Dani Capmany Sans, publicado el año 2018 por la editorial Traficantes de sueño. Allí se da cuenta de la ardua labor de este misterioso personaje, cuya importancia radica en el trabajo de inteligencia durante la guerra civil en España. Podríamos adelantar que forma parte de una suerte de cheka o policía secreta anarquista, encargada del espionaje, la intercepción de llamadas, localización de objetivos, entre otros. Aparece nombrado en algunas biografías, como la de Garcia Oliver y también se conoce alguna intervención suya en congresos y plenos. Al acabar la guerra se va al exilio a Chile en donde nunca más se sabe de él.

[3] En los sucesos de mayo, Orwell estaba de baja por una bala que había recibido en la garganta y justo se encontraba en el hotel que servía de sede al POUM, por lo que tuvo una visión desde la primera línea de las barricadas. Sobre la acusación de trotskista y contrarrevolucionaria a esta organización, se han dado diversos debates, lo cierto es que sirvió para una de las purgas más sangrientas, tanto contra comunistas disidentes del partido y contrarios a Stalin; como a anarquistas abiertamente críticos a las políticas de Moscú, cómo el editor del periódico Guerra de clases Camilo Berneri, entre otros.

[4] Agustín Guillamón recoge algunos archivos y analiza en profundidad a este grupo en el texto “Los amigos de Durruti, editorial Descontrol, 2021”.  Sobre este autor, también resulta interesante el libro “Barricadas en Barcelona: la CNT de la victoria de julio de 1936 a la necesaria derrota de mayo de 1937”.

[5] El autor hace mención a esos hechos en su autobiografía “El eco de los pasos”.

[6] Ibidem.

[7] Milicias nacionalistas, formadas en gran parte por ex militares que participaron en la primera guerra mundial, gracias a la socialdemocracia intervienen en diversas insurrecciones y posteriormente, muchos de sus miembros formarán parte de los cuerpos más importantes de inteligencia del Nazismo.

[8] Entre los muertos estaba Landauer, a quien, tras haberle asesinado, un soldado del grupo protonacionalista tuvo la indecencia de robarle el reloj; hecho por el cual el soldado fue sentenciado.

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